domingo, 22 de mayo de 2016

Evaluacion de artistica numero 2

NOMBRE_________________APELLIDO______________CEDULA_________________

 I. RESPONDE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS:

Menciona y explica los monumentos funerarios egipcios
Menciona las características de la escultura mesopotámica
Explica las características de la pintura y escultura egipcia
Explica que es el Zigurat y dibujalo
Explica cómo era el templo egipcio

II. Di cuál de las siguientes imagenes pertenecen  a la cultura egipcia o mesopotámica.













III. Colorea la siguiente imagen :








sábado, 7 de mayo de 2016

MESENIANA A FERMIN TORO

Meseniana a Fermín Toro

(Por Juan Vicente González) Pereció  como perece  un   instru­mento divino en la discordia de los elementos terrestres, resonando en el universo.

Toro

Es medianoche. Silencio dulce y triste envuelve la tierra adormecida. La luna pálida va visitando las dispersas nubes; las estrellas del cielo se miran en los ríos; las cimas de los árboles se estremecen, murmuran y parecen pensativas... Aún está más triste mi corazón. En vano un aire fresco acaricia las hojas; el otoño imita en vano las galas de la primavera y flores del color del cielo recogen en sus tiernos pétalos las gotas del rocío. ¿Qué  nuevas desgracias amenazan a mi patria? reciente crimen se ha cometido en nombre santa libertad?
¡Es que acaba de abrirse una tumba  y ha caído en  ella el último venezolano, el fruto que crearon la  aplicación y el talento, y que sazonó la paz en los  envidiados días, que para siempre huyeron de gloria nacional! ¡Llorarle es afligirse  con los  destinos de un pueblo condenado a vivir en las  ceniza de sus días pasados!
¡Oh! ¿Quién me diera las alas del canto para volar  hacia esos tiempos, praderas cubiertas de  rosas  donde la libertad sonreía como las flores de loto  sagrado, donde una nación dormía, a la sombra de  palmeras, entre sueños de amor y de felicidad
¡Cuatro jóvenes, cuatro árboles, llenos de perfumes y vida, alzaban allí sus altivas copas, o gloria de la patria; y a todos, a todos los ha segado  la muerte!
Por nueve años, bajo caney pajizo, extraño  a las  cosas de la vida, errante con los astros  por los espacios  del cielo, atento a la divina música que  los guía; con la pluma en la mano, o bien mustio y silencioso, viendo las olas crecer, enfurecerse y  estrellarse a los pies de su morada, languideció elmenos joven de aquellos varones, el que planto en  Venezuela el árbol hermoso de las matemáticas…


La naturaleza le había hecho orador  con la firmeza, flexibilidad y energía que distinguieron su palabra; con el brillo y magnificencia de lenguaje,inseparables del fuego del corazón, víósele siem­pre del partido de las nobles y generosas causas. En tiempo en que las Cámaras sabían guardar sugravedad, estuvieron muchas veces para olvidarla en un entusiasmo sin ejemplo. Poseía el principal elemento del orador: una voz de corriente pura yextenso aliento, de sonido preciso y claro, de acento distinto y vibrador, que marcaba todos los movimientos de su alma sublime. Era una voz eco de su espíritu, música de su genio, dulce y flexible, patética o irritada, que sonaba a veces como el clarín guerrero, llena de ritmos y ar­monía.
Como político, Toro fue de esos espíritus ideales que sueñan hermosas teorías sobre el cabo de Suniun o en los jardines de la Academia. Abrasaba su alma el amor de la libertad, llama celeste, y el amor de los hombres, que en él no se debilitó jamás. Cuando el demonio tentador de la gloria, el odio a la injusticia, la impaciencia de vengar los ultrajes de la patria, le arrastraron a ar­dientes polémicas o a peligrosas resoluciones, su espíritu, en emoción perpetua, se esparcía sobre todos los objetos, colorando las palabras,animando y engrandeciendo los hechos.
Tres veces visitó Europa al servicio de la República. Con el célebre apellido de la esposa de Bolívar en un pueblo aristocrático, joven, de maneras brillantes, de palabra viva, lleno de talento y graciauna nación grande le ofreció en su seno honores y fortuna. Todo le convidaba a aceptar. ¿Qué le esperaba en un país que se había convertido en cementerio de sus hijos, en el loco de sus tiranos? ¿Por qué preferir a la gloria y el respeto el menosprecio de la ignorancia y el odio de la envidia? Mas Toro no vacila; por bella que sea la tierra del extranjero y por grandes promesas que haga, jamás reemplaza aquella en que nacimos. Todo lo desdeña, y después de haberasegurado la paz de la República, vuelve, nuevo Anacarsis, a morir en su seno.
En todas partes se agita el hombre sobre el mar de la vida, llena de vanos dolores. Pero en nuestra tierra desgraciada, hasta la copa del placer se llena de ajenjo; la primavera de los años se ex­tingue sin honor; suspira la virtud en el menosprecio; toda esperanza es quimera; la existencia es un sueño doloroso... Para estar tranquilo habría tenido que vivir sin entrañas en medio de las convulsiones de la historia con­temporánea. Pero ¡cuál sería su dolor al ver la patria amada convertida en -sepulcro de ilusiones muertas! ¡Al asistir a la crucifixión de un pueblo infortunado!... Sobre la cima del pensamiento, alabatir sobre el sombrío valle que habitamos, su mirada de águila, despedazado el corazón, bajaba a mezclarse en nuestras tristes miserias, para alegrarse con nuestros vanos contentos, dar lágrimas al dolor, consuelo al infortunio, excusa a todas las faltas, suplicas por todas las desgracias , animación a todas las esperanzas . El desdén de su labio silencioso era piedad; su erguida frente no acusaba a sus compatriotas envilecidos sino al destino inexorable….
Yo te saludo, amigo; no en esa fosa estrecha, sino en los espacios luminosos, donde innumerables astros giran con desconocida armonía sobre este pequeño túmulo que llamamos nuestro universo!
(Juan Vicente González, Meseniana a Fermín Toro)


 OJO: Las Mesenianas, por su parte, son poemas en prosa de tono elegíaco, en los que canta a sus grandes muertos, las esperanzas difuntas y las desgracias de la patria.

FRAGMENTO DE AMADIS DE GAULA

Cómo la infanta Elisena y su doncella Darioleta fueron a la cámara donde el rey Perión estaba. Como la gente fue sosegada, Darioleta se levantó y tomó a Elisena así desnuda como en su lecho estaba, solamente la camisa y cubierta de un manto, y salieron ambas a la huerta y la luna hacía muy clara. La doncella miró a su señora y abriéndole el manto católe el cuerpo y díjole riendo: —Señora, en buena hora nació el caballero que os esta noche habrá. Y bien decía, que ésta era la más hermosa doncella de rostro y de cuerpo que entonces se sabía. Elisena se sonrió y dijo: —Así lo podéis por mi decir, que nací en buena ventura en ser llegada a tal caballero. Así llegaron a la puerta de la cámara. Y comoquiera que Elisena fuese a la cosa que en el mundo más amaba, tremíale todo el cuerpo y la palabra, que no podía hablar, y como en la puerta tocaron para abrir, el rey Perión, que así con la gran congoja que en su corazón tenía, como con la esperanza en que la doncella le puso no había podido dormir, y aquella sazón ya cansado, y del sueño vencido adormecióse y soñaba que entraba en aquella cámara por una falsa puerta y no sabía quién a él iba y le metía las manos por los costados y sacándole el corazón le echaba en un río, y él decía: —¿Por qué hicisteis tal crudeza?.
—No es nada esto —decía él—, que allá os queda otro corazón que yo os tomaré, aunque no será por mi voluntad. El rey, que gran cuita en sí tenía, despertó despavorido y comenzóse a santiguar. A esta sazón habían ya las doncellas la puerta abierto y entraban por ella y como lo sintió temióse de traición por lo que soñara, y levantando la cabeza vio por entre las cortinas abierta la puerta, de lo que él nada no sabía, y con la luna que por ella entraba vio el bulto de las doncellas. Así que saltando de la cama do yacía tomó su espada y escudo y fue contra aquella parte do visto les había. Y Darioleta, cuando así lo vio, díjole: —¿Qué es esto, señor?, tirad vuestras armas que contra nos poca defensa nos tendrá. El rey, que la conoció, miró y vio a Elisena su muy amada y echando la espada y su escudo en tierra cubrióse de un manto que ante la cama tenía con que algunas veces se levantaba y fue a tomar a su señora entre los brazos y ella le abrazó como aquél que más que a sí amaba. Darioleta le dijo: —Quedad, señora, con ese caballero que aunque vos como doncella hasta aquí de muchos os defendisteis y él asimismo de otras se defendió, no bastaron vuestras fuerzas para os defender el uno del otro. Y Darioleta miró por la espada do el rey la había arrojado y tomóla en señal de la jura y promesa que le había hecho en razón de casamiento de su señora y salióse a la huerta. El rey quedó solo con su amiga, que a la lumbre de tres hachas que en la cámara ardían la miraba pareciéndole que toda la hermosura del mundo en ella era junta, teniéndose por muy bienaventurado en que Dios a tal estado le trajera; y así abrazados se fueron a echar en el lecho, donde aquélla que tanto tiempo con tanta hermosura y juventud, demandada de tantos príncipes y grandes hombres se había defendido, quedando con libertad de doncella, en poco más de un día, cuando el su pensamiento más de aquello apartado y desviado estaba, el cual amor rompiendo aquellas fuertes ataduras de su honesta y santa vida, se la hizo perder, quedando de allí adelante dueña. Por donde se da a entender que así como las mujeres apartando sus pensamientos de las mundanas cosas, despreciando la gran hermosura de que la natura las dotó, la fresca juventud que en mucho grado la acrecienta, los vicios y deleites que con las sobradas riquezas de sus padres esperaban gozar, quieren por salvación de sus ánimas ponerse en las casas pobres encerradas, ofreciendo con toda obediencia sus libres voluntades a que sujetas de las ajenas sean, viendo pasar su tiempo sin ninguna fama ni gloria del mundo, como saben que sus hermanas y parientas lo gozan, así deben con mucho cuidado atapar las orejas, cerrar los ojos excusándose de ver parientes y vecinos, recogiéndose en las oraciones santas, tomándolo por verdaderos deleites así como lo son, porque con las hablas, con las vistas, su santo propósito dañando, no sea así como lo fue el de esta hermosa infanta Elisena, que en cabo de tanto tiempo que guardarse quiso, en sólo un momento viendo la gran hermosura de aquel rey Perión fue su propósito mudado de tal forma que si no fuera por la discreción de aquella doncella suya, que su honra con el matrimonio reparar quiso, en verdad ella de todo punto era determinada de caer en la peor y más baja parte de su deshonra, así como otras muchas que en este mundo contarse podrían, que por no se guardar de lo ya dicho lo hicieron y adelante harán no lo mirando. Pues así estando los dos amantes en su solaz, Elisena preguntó al rey Perión si su partida sería breve, y él le dijo: —¿Por qué, mi buena señora, lo preguntáis?. —Porque esta buena ventura —dijo ella— que en tanto gozo y descanso a mis mortales deseos ha puesto, ya me amenaza con la gran tristura y congoja que vuestra ausencia me pondrá a ser por ella más cerca de la muerte que no de la vida. Oídas por él estas razones, dijo: —No tengáis temor de eso, que aunque este mi cuerpo de vuestra presencia sea partido, el mi corazón junto con el vuestro quedará, que a entrambos dará su esfuerzo, a vos para sufrir y a mí para cedo me tornar, que yendo sin él, no hay otra fuerza tan dura que detenerme pueda. Darioleta, que vio ser razón ir de allí, entró en la cámara y dijo: —Señora, sé que otra vez os plugo conmigo ir más que no ahora, más conviene que os levantéis y vamos, que ya tiempo es. Elisena se levantó y el rey le dijo: —Yo me detendré aquí más que no pensáis, y esto será por vos y ruégoos que no se os olvide este lugar. Ellas se fueron a sus camas y él quedó en su cama muy pagado de su amiga, empero espantado del sueño que ya oísteis; y por él había más cuita de ir a su tierra donde había a la sazón muchos sabios, que semejantes cosas sabían soltar y declara, y aún él mismo sabía algo, que cuando más mozo aprendiera. En este vicio y placer estuvo allí el rey Perión diez días, holgando todas las noches con aquélla su muy amada amiga, en cabo de los cuales acordó, forzando su voluntad y las lágrimas de su señora, que no fueron pocas, de su partir. Así despedido del rey Garinter y de la reina, armado de todas armas, cuando quiso su espada ceñir no la halló y no osó preguntar por ella, comoquiera que mucho le dolía, porque era muy buena y hermosa; esto hacía porque sus amores con Elisena descubiertos no fuesen y por no dar enojo al rey Garinter, y mandó a su escudero que otra espada le buscase, y así armado, excepto las manos y la cabeza, encima de su caballo, no con otra compañía sino de su escudero, se puso en el camino derecho de su reino. Pero antes habló con él Darioleta, diciéndole la gran cuita y soledad en que a su amiga dejaba, y él le dijo: —Ay mi amiga, yo os la encomiendo como a mi propio corazón. Y sacando de su dedo un muy hermoso anillo de dos que traía, tal el uno como el otro, se lo dio que le llevase y trajese por su amor. Así que Elisena quedó con mucha soledad, y con grande dolor de su amigo, tanto que si no fuera por aquella doncella que la esforzaba mucho a gran pena se pudiera sufrir; mas habiendo sus hablas con ella, algún descanso sentía.